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creerá que nos queremos tanto. Me parece que ahora años empecé otra carta con la misma introducción; pero supuesto que es una verdad, y que además contiene un sentimiento de cariño, nada se pierde en repetirla.

«Entre otras causas de mi silencio, no es la menos eficaz esta borrasca perpetua en que estamos viviendo, de manera que no hay ni tiempo, ni ánimo, ni conciencia, ni humor para entregarse á these sweet unbosomies de los amores y de las amistades. Á mí no me ha ido mal poniendo en práctica aquel célebre símbolo de Pitágoras-cuando soplan los vientos con violencia, adora los ecos.

»Lo diré en griego para mayor claridad:

Ανέμων πνεόντων ή ήκὼ προςκύνει.
Du grec! o ciel! du grec!...

Du grec, quelle douceur!

>>Entre los varios comentos de este símbolo, prefiero aquel que dice que aquí los vientos designan las revoluciones, las sediciones, las guerras; y que el eco es el emblema de los lugares desiertos; y que Pitágoras ha querido exhortar á sus discípulos á dejar las ciudades donde se levantasen guerras y turbaciones civiles, y hundirse en las soledades.

»>¡Vaya, que no tiene V. motivo para quejarse de falta de erudición en esta epístola!

»Tanto prólogo era indispensable en esta ocasión para presentar á V. con algún aparato á mi amigo el General Pallarez, que va á Chile de encargado de negocios por el Ecuador. Él desea conocer á V. y ser su amigo; y V. tendrá la complacencia de conocer y tratar un gallego de aquellos que vale por mil, cuando llega á despuntar. Yo también tengo el interés de que V. y él conozcan cuáles son los que yo llamo mis verdaderos amigos.

» No sé si le será á V. fácil hallar y remitir un Mercurio de Chile de marzo de 1829. También algún libro nuevo y curioso: todavía no tengo el quinto tomo de las obras de Martínez de la Rosa.

>>Después de saludar al amigo Egaña muy afectuosamente, dígale V. que se ha olvidado de la promesa de remitirme la colección de las obras de su padre, y que yo le conocí en Londres más hombre de bien y más amigo.

» Á mi amada comadre afectuosísimas memorias, y á todos mis ahijados y sobrinos, especialmente á mi Andrés.

>>Y adiós, su apasionado y cordial amigo— J. J. OLMEDO (1).»

Dos años después, en 1842, tuvo el poeta la

(1) AMUNÁTEGUI: Vida de D. Andrés Bello, págs. 292 y 293.

desgracia de perder á su querida hermana. El soneto que compuso con tal motivo manifiesta palpablemente el deplorable influjo que ejercen en las creencias religiosas ciertos principios políticos.á que Olmedo consagraba en aquellos días mayor devoción que otras veces, entibiado ya su entusiasmo por Bolívar y por Flores. Más que desahogo del dolor, el soneto á que me refiero es como indignado grito de un espíritu rebelde á los designios de la Providencia. Por aquel mismo tiempo escribió á Bello esta carta:

«SANTA ELENA, mayo 24 de 1842.

>>Mi querido compadre y más querido amigo Andrés:

>>En este punto de la costa, que bien merece su ominoso nombre, he venido á convalecer de una enfermedad inconvalecible; pues tiene su principio en mi constitución física, que sólo podrá variar con la disolución. Mi estitiquez es imponderable: y cuando me olvido del clister, ó de los purgantes, me estoy largos días como cuerpo glorioso. Bajo ningún cielo, sobre ningún suelo, en ningún clima he experimentado variación... Post equitem sedebat atra

cura.

>>En este momento me han dicho que ha llegado á este puerto, distante de esta población

cerca de una legua, un buque, á tomar un poco de carga, que está ya preparada; aprovecho, pues, estos instantes para saludar á V., á mi estimada comadre y á toda la familia, y á mi Andrés.

»No se olvide V. tanto de mí... esto es, de escribirme, pues por lo que hace á otra cosa vivo muy persuadido de que estoy siempre en su memoria y en su corazón, como V. en el mío.

>>En mi anterior le pedí á V. unos libritos y no parecen. Pedí al amigo Egaña las obras de su padre, excepto El Chileno, que poseo, y no parecen; pero de este buen Egaña ni libros ni memorias.

>> No me dan tiempo para más. Adiós, pues, mi muy querido y muy pensado amigo Andrés. Adiós.-J. JOAQUÍN OLMEDO.

>>El ejemplar del Derecho Público que V. me mandó me lo quitaron; otro que adquirí casualmente tuve que regalarlo; aquí no encuentro cómo reponerlo (r). »

Á juzgar por la marcha y resultado de los acontecimientos, la estitiquez de que habla Olmedo en el primer párrafo de esta epístola no le impidió tomar parte en los sucesos políticos

(1) AMUNÁTEGUI: Vida de D. Andrés Bello, págs. 293 y 294.

posteriores á esa fecha. Aunque todas sus cartas confidenciales atestiguan el constante amor que profesaba al estudio y su natural predilección por las letras, en sus últimos años debieron parecerle menos enojosos que antes los varios y agitados accidentes de la vida pública. En ningún tiempo ni en parte ninguna se ha dado el caso de elevar á los primeros puestos de una nación, disputadísimos siempre, á quien de un modo ó de otro no haya hecho algo para conseguirlo. Y si esto sucede en todo el mundo, aun tratándose de cargos menos codiciados que los de miembros del Gobierno supremo de una república, ¿no argüiría candidez inconcebible presumir que esta regla iba á fallar en país tan revuelto y de tan enconadas ambiciones como el Ecuador, por rendir excepcional homenaje al mérito de un poeta insigne poco amigo de figurar en política?

La circunstancia de haber Olmedo formado parte de todas las Asambleas legislativas desde la desmembración de Colombia y creación de aquella nueva República; la de haber sido su primer Vicepresidente (cargo importantísimo que trocó por el no menos importante, y más conveniente para él, de Prefecto del departamento del Guayas); y sobre todo, el hecho de habérsele nombrado en 1845, después de la revolución de marzo, miembro del Go

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