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Ocurrió, sin embargo, un suceso inesperado que les obligó á proceder mucho antes de aquel día, y fué que el capitán Triana, uno de los conjurados, fué reducido á prisión en la tarde del 25 de Setiembre por delación del teniente Salazar, á quien acababa de invitar á que entrara en la conspiración.

Efectuada esta prisión, temieron los complices de Triana que se descubriera el proyecto, y no perdieron tiempo en ponerlo por obra aquella misma noche.

Á la sazón guarnecían á Bogotá el batallón Vargas, fuerte de 700 plazas, al mando de jefes y oficiales Venezolanos, admiradores de Bolívar; el regimiento Granaderos montados, también de venezolanos, y media brigada de artilleros, compuesta de granadinos. Los conjurados contaban solamente con esta última pequeña fuerza.

el

Cuando Santander tuvo noticia de que crímen iba á cometerse, ni pudo impedirlo, ni mucho menos denunciarlo. Resolvió, pues, pasar la noche en casa de su hermana.

Los conjurados, reunidos en la casa de Var

gas Tejada hasta las once y cuarto de la noche, bien armados y convenidos en el plan de ataque, salieron á dicha hora.....

ciega pasión les conducía!

; ¡la más

En el grupo iban Carujo, Vargas Tejada, Florentino González, Horment, Zulaivar, López y otros. En el cuartel de Granaderos estaba preso desde que Montilla lo envió de Cartagena, el valeroso general Padilla. Ignoraba éste el proyecto; pero los conjurados, conociendo sus resentimientos contra Bolívar, no dudaron que libertándolo de la prisión, se pondría al frente de las tropas.

El ataque empezó por el palacio en que dormía Bolívar. Sorprenden allí la guardia; matan á puñaladas cuatro centinelas, penetran en las habitaciones, hieren gravemente al animoso edecán de servicio Ibarra (Andrés) que pretende oponérseles, y á los gritos de « ¡Viva la libertad! » «¡ Muera el tirano! » llegan hasta la propia estancia de Bolívar.

Este, que al oir la algazara pretendió salir, armado de su espada, desistió del propósito porque su querida, que le acompañaba en la

noche de aquel trance, haciéndole comprender la inutilidad del sacrificio, le ayudó á descolgarse por el balcón, y ya en la calle, corrió Bolívar en dirección del cuartel de Vargas.

Hecho ésto, la Sáenz abrió la puerta, y mostrando á los conjurados la desierta estancia, les aseguró que Bolívar, avisado de la conspiración, dormía esa noche en la casa de un amigo.

Bolívar, á poco de haberse arrojado por el balcón, tuvo la fortuna de hallar á un criado suyo de toda confianza, que se recogió tarde esa noche, y que al conocerlo, se le incorporó. Muy útil le fué tan fiel compañero, porque con su auxilio pudo arrojarse en la hondonada del puente del Carmen, á tiempo que se cruzaban los fuegos del batallón Vargas con los de artilleros. Allí se guareció mientras se conocía el resultado.

Para entonces, el capitán Silva había atacado con la brigada de artillería, pero sin éxito alguno, el cuartel de Vargas y Carujo; que venía en retirada del palacio de Bolívar, había matado de un pistoletazo á su íntimo amigo el

coronel Fergusson, edecán de Bolívar, que yendo en auxilio de su jefe, é ignorante de lo que pasaba, le preguntó qué novedad ocurría.

El batallón Vargas salió en persecución de los artilleros; estos se pusieron en retirada, cubriéndola con sus fuegos en las calles de la ciudad. Antes de salir de su cuartel para atacar el de Vargas, dos oficiales con un piquete, saltando una pared, penetraron en la casa donde estaba preso el general Padilla, y sorprendiendo y desarmando la guardia, pusieron preso al coronel José Bolívar, jefe encargado de la custodia.

Obligado Padilla á salir con el coronel Bolívar á la calle, donde le esperaba otro piquete de artilleros, para ponerse á sus órdenes, se resistió á acompañarlos, exigiendo que se le restituyera á su prisión pocos instantes después.

En tal estado, que se hizo crítico por la aproximación de las fuerzas de Vargas en persecución de los artilleros, mataron estos de un pistoletazo al coronel Bolívar, y dieron la

espada del muerto á Padilla, dejándolo solo en el puesto. Saltó éste la misma pared que antes saltaron los artilleros, y se introdujo en su prisión, pero cometiendo la imprudencia de llevar consigo la espada ensangrentada.

Entre tanto Bolívar y su fiel criado permanecieron ocultos más de tres horas bajo el puente. De vez en cuando, algunas partidas del batallón Vargas que recorrian las calles, gritaban ་ 1 Viva el Libertador! » pero éste no se presentaba temeroso de que aquel grito fuera una treta para descubrirlo. Al fin, repitiéndose los vivas, acercóse cautelosamente el criado á una pared, por orden de Bolívar, á ver quiénes eran los que pasaban; y conociendo al comandante Espina y al teniente Fominaya, edecán del general Córdova, supo en el acto lo ocurrido.

El historiador Posada Gutiérrez, cuya narración nos parece la más imparcial de las que hemos leído, dice que Bolívar, maltrecho casi sin poder articular palabra, montó en el caballo de Espina, y se dirigió en seguida á la plaza, donde fué recibido con tal entusiasmo que, á punto de desmayarse, dijo con voz

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