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debía presentarse por los peligros que le amenazaban, segun se expone extensamente en varias notas del señor Wilson y en especial en la de 29 de Octubre próximo pasado, (1) ha inferido al Gobierno y á la Nación en general los agravios mas inauditos. Presentando al Perú, sin estar autorizado por caso alguno práctico, como un lugar en que no hay seguridad para los testigos; donde los jueces están revestidos de parcialidad contra los extranjeros; donde habitudes inmorales, tormentos é injusticias sistemadas por parte de las autoridades hacen imposible arribar, mediante un examen imparcial, á un resultado conforme à justicia, el señor Wilson ha agraviado de una manera intolerable y tal vez singular á la sociedad en cuyo seno ha vivido en plena seguridad y en medio de toda especie de consideraciones; donde viven considerable número de personajes extranjeros caracterizados con cargos oficiales, y un mayor número de particulares, sin experimentar otra cosa que una acogida benévola y agradable; y no ha temido que el comercio oficial regular y decoroso sostenido por el Perú con las otras naciones por intermedio de sus ministros y agentes públicos, y la experiencia de multitud de individuos de otras naciones que reposan en el seno de la hospitalidad y de una armonía fraternal y satisfactoria para ambas partes, contradigan tan injuriosa, tan insigne y denigrativa imputación. No ha temido que la misma seguridad en que el señor Wilson ha vivido en estos últimos tiempo, después de iniciado el proceso de asesinato, andando libremente en los días y en las noches, atravesando por despoblado para pascar en suburbios distantes, solo y cuando más con un doméstico, contradigan esas inconsideradas é injuriosas acusaciones.

Sea lo que fuere de la entrega de Correa, del valor de esta circunstancia en el juicio para rectificar judicialmente sus dichos y del concepto que la crítica común pueda formar esta resistencia ¿cómo es que el señor Wilson que antes ha alegado para no presentarlo su falta de poder sobre la voluntad de este individuo que se mantenía á bordo de la fragata de S. M. la «Presidenta» ha creído y afirmado despues que podría presentarlo si se le daban seguridades? Y ¿cómo es que el señor Wilson ha creído de buena fé que en este país no podía haber absolutamente garantías que preservasen á los testigos, representando á todas sus autoridades y á todos sus hijos, como sunidos en una inmoralidad excepcional y espantosa, cosa que por fortuna es no solo evidentemente falsa, en el Perú, sino imposible en ningún pueblo del mundo según su estado actual? Y ¿cómo ha ma

[1] Véase la página 287.

nifestado después conformarse con seguridades nacidas de este mismo Gobierno, de estas mismas autoridades, y de este mismo pueblo á quien tácita y expresamente se ha retratado con tales colores? ¿No salta aquí á la vista del menos avisado que el señor Wilson ha tenido que verse envuelto entre las contradicciones á que su vehemente malquerencia lo ha conducido?

No era posible creer, por otra parte, que el Gobierno se hubiese prestado á ofrecer seguridades para la exhibición de un testigo: además de que éstas habrían sido indudablemente declaradas ineficaces por el señor Wilson en el sistema de ideas de que se manifiesta animado con ultraje del Gobierno, habría sido confesar éste tácitamente su propia deshonra, accediendo á tan humillante proceder,

Para persuadir de la realidad del negro prospecto que presenta de nuestro estado, el señor Wilson ha ocurrido á las citaciones de algunos hechos, que, por sí solos, nada probarían aún cuando su naturaleza y circunstancias fuesen idénticamente las que ha trazado la relación inte. esada de la nota de 29 de Octubre.

El proceso en que Juan Lewis se vió implicado por sospechas de hurto, es un incidente que nace de la imperfección de las instituciones sociales para alcanzar la exacta seguridad de las personas y el completo goce de las garantías públicas. Es cabalmente para la conservación de estas garantías para lo que las leyes autorizan la detención provisional de los particulares cuando se pretende adquirir las pruebas sobre la existencia y complicidades de un delito que se averigua. Este sacrificio al bien general que frecuentemente se exige á todos los peruanos y á los hombres de todo el mundo, cuando apariencias desgraciadas ó fines de policía criminal ocasionan su detención provisional hasta averiguar su culpabilidad é inocencia, es el que exigió que Juan Lewis fuese arrestado y puesto á disposición del juez competente. Su inocencia fué esclarecida oportunamente; su buen nombre restablecido por medio de la publicidad del auto absolutorio; y cuando el señor Wilson pretendía también indemnización pecuniaria en favor de un hombre que se sabía por su condición y estado de desacomodo no haber perdido de ganar, el Gobierno, reconociendo los inconvenientes que esto atraería, la desigualdad de la administración de justicia respecto de los peruanos y la no existencia de la ley que apoyara esta demanda, no pudo prestar. se á tal pretensión. El señor Wilson, que ha mirado antes como concluído este asunto, cesando del todo en sus demandas, renueva sus recuerdos, haciendo citaciones parciales é incompletas de las frases del ministerio en aquella ocasión y forzando el caso saca de él inducciones indebidas.

No bastaba esto: una reclamación había sido hecha por flajelación inferida por vía de tortura por una autoridad peruana á súbditos extranjeros, aprehendidos por sospecha de complicidad en robos y asesinatos; el Gobierno atendió, como era debido, un cargo grave, que se hacía no solo por el señor Wilson, sino tam-. bién por el representante de otra nación. Era indispensable formal izar una averiguación judicial, justamente reclamada por la moral y por los derechos extraños para exigir las responsabilidad es y la reparación que el caso demandaba. Pero el señor Wilson, por su parte, adoptando el sistema agraviante de hacer los esclarecimientos en su consulado, procedió por sí á enjuiciar en cierta manera un hecho acontecido en este suelo, exigiendo declaraciones en su despacho, en vez de limitarse á señalar los datos y testigos. El Gobierno, no obstante esta informalidad ofensiva, somete el asunto al juez competente, quien judicial é independientemente ha sentenciado negativamente, en cuanto al hecho de la flajelación. Sin embargo, en prueba de la rectitud de nuestros tribunales y de la no existencia de aquella parcialidad anti-extranjera que el señor Wilson les atribuye, la Corte de apelaciones de Lima ha revocado esta sentencia y el asunto continúa su curso legal.

El señor Wilson, como si pretendiese que el Perú debía estar dotado respecto de él de impecabilidad sobrehumana en sus funcionarios é individuos, ha querido formar cargo y aún regla de un caso sometido á juicio, y que, por tanto, no puede ser base ni de indicaciones particulares contra nuestro régimen; ó bien ha querido que el Gobierno, atropellando por todo, y dando por sentencia sus reclamaciones sobre hechos esencialmente sujetos á averiguación judicial. proceda en este, como en otros tantos casos, á fallar exabrupto y sin formas por sí mismo y á abrogarse el mas ciego, el mas atolondrado despotismo, so pena de ser, en caso contrario, presentado por él como una sociedad de facinero

SOS.

La nota del 29 del pasado Octubre (1) en que se contenían estos cargos, así como otras aserciones evidentemente vertidas en el mal humor y la aversión, concluía exigiendo que si el Gobierno no atendía á las reclamaciones contenidas allí, se expidiose al señor Wilson su pasaporte. A primera vista se notaba que tendiendo ese documento agraviante á fundar la idea de la imposibilidad, supuesta por el señor Wilson, de obtener un resultado satisfactorio, y de conducir una correspondencia y curso regular en las cosas; á quitar la esperanza de justos objetos en la administración judicial, y á prevenir desconocimientos de los

(1) Véase pág. 287,

fallos y decisiones nacionales, bajo cualesquiera formas, y de cualquiera naturaleza que resultasen, se colocaba al Gobierno en una alternativa imposible y se le quitaba toda la posible libertad de obrar.

No obstante, quiso evitar ese mismo curso trolloso que el señor Wilson ha indicado en todas sus pretensiones, sometió la nota al Consejo de Estado, y este cuerpo exigió que se sometiese al Tribunal Supremo. Así se hizo, y cuando aún pendía del voto de éste la resolución y la adopción, si era posible, de medidas que quitasen todo obstáculo, el paso inesperado del señor Wilson, que ha abandonado la capital colocándose sobre la cubierta de un buque extranjero, para consultar su seguridad, según dice en su nota de 11 de Noviembre, (1) ha alejado toda esperanza de arribar á un término satisfactorio y quita al Gobierno toda posibilidad de sostener con el señor Wilson el comercio oficial.

Con esta conducta se ha puesto el complemento á los inmerecidos agravios que el Gobierno del Perú ha recibido del señor Wilson.

Él no ha estimado bastante la seguridad de las leyes, de la buena fé y de la civilización del Perú; no ha exigido ningún género de precanciones en que el Gobierno pudiera tener parte, caso de que su seguridad estuviese amenazada. Ha violado el respeto internacional y contradicho los principios de su Gobierno, que creyó conveniente enviarle á esta República, sin dudar de la garantía que nuestra civilización ofrece, no se diga á los agentes públicos, sino á sus súbditos particulares. Los anales del Perá no están manchados, ¡gracias a Dios! con hechos atroces ni con faltas de respeto á los funcionarios cubiertos con el sagrado de la ley de las naciones.

La Inglaterra, justa, imparcial y benévola ha provocado á es ta nación á comunicar con ella antes de que su ser político fuese un hecho universal, y su agente público contraría con su conducta esas simpatías apreciables. La Inglaterra hace por cultivar y ensanchar la esfera de las relaciones sobre un pié mútuamente útil y agradable; más su agente suscita dificultades á esta marcha, y la habría hecho imposible si ese respeto existente á la ley internacional que se empeña en negar, y si no fuese porque no depende de un hombre y de personales procederes, dígase lo que se quiera, la seriedad del comercio de los pueblos y el sagrado de su amistad y de los oficios obligatorios para el órden, para la paz y para la prosperidad del mundo. En los días mismos en que el Gobierno Peruano, fiel á la fé de los compro(1) Véase la pág. 308.

misos y al honor público, se esfuerza por cubrir la deuda procedente de empréstitos levantados en Inglaterra con la respons.bilidad del tesoro peruano, el señor Wilson redobla los esfuerzos para oponer dificultades á la marcha pacífica de la Nación, y á la solución de tan sagrados compromisos, pagando con la ingratitud y el agravio una conducta tan noble y tan sincera.

Habiendo, por fin, el señor Wilson negádose á hacer al Gobierno justicia, restituyéndose á su domicilio y satifaciendo al Gobierno ultrajado, y últimamente pedido con mucha instancia y obtenido el respectivo pasaporte para ausentarse, el Gobierno protesta por la presente declaración contra la conducta adoptada por el señor Wilson y contra su separación del modo más inju rioso del territorio peruano: protesta que, no obstante esto, sus relaciones con el Gobierno de su Majestad Británica no serán en manera alguna alteradas por su parte, satisfecho como está de las justas miras de ese gabinete y de la Nación que preside, de su imparcialidad y de sus esfuerzos por conservar y fomentar en provecho común un comercio honroso y benévolo; así como está satisfecho de la general apreciable conducta de sus súbditos traficantes y residentes en el Perú, á quienes continuará prestando la grata protección y acogida que les es debida en sus personas. é intereses. El Gobierno espera, igualmente, del Gobierno de su Majestad Británica, que se prestará á proporcionar al Gobierno Peruano, tan temeraria é inopinadamente ultrajado, la reparación que su sabiduría sabrá apreciar debidamente.

Lima, Enero 20 de 1842.

Agustin Guillermo Charun.

CLAUSURA DE LOS PUERTOS DEL SUR DE LA REPÚBLICA

EL CIUDADANO AGUSTIN GAMARRA GENERALÍSIMO Y PRESIDENTE DE LA REPUBLICA PERUANA &. &.

Considerando:

Que en el Sur de la República ha estallado una rebelión militar contra el órden, las leyes y las autoridades; y que este acto sumamente escandaloso y criminal constituye al Gobierno en la obli

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