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justificacion, que, despues de haber prestado grandes servicios á la patria, habia delinquido mas bien por debilidad y por la fatalidad de las circunstancias, que con dañada intencion. Sus faltas comprobadas habian sido expiadas con los sufrimientos del sitio y con la larga prision, y no era el tiempo de aplicarle los ri gores de la justicia, cuando habian desaparecido todos los peligros de la independencia, y cuando otros mucho mas culpables, que él, gozaban de los favores del gobierno independiente.

No obstante las circunstancias, que atenuaban las culpas de los reos, y aunque la situacion aconsejara la clemencia, como una medida humanitaria y politica; la corte condenó al último suplicio á Berindoaga y á Teron, anciano é inofensivo comerciante, culpable solo de haber conducido comunicaciones, como pudiera hacerlo un correo de gabinete, por los delitos siguien

tes:

El haber admitido del ex-presidente José Bernarde Tagle una instruccion verbal reservada para procurar la reunion de los españoles con exclusion, y en perjuicio de la suprema autoridad concedida á S. E. el Libertador, por el soberano decreto de 10 de Setiembre de 1823: El no haber denunciado la noti cia, que en 3 de Febrero de 1324 adquirió por revelacion del mismo Tagle, de las tramas traidoras, que se habian entablado con los jefes españoles por medio de Diego Aliaga y José Teron, expresamente remiti do á Ica para esta negociacion: El haberse quedado con los españoles, y reunidoseles apesar de su caracter militar y politico: El haberles revelado y publicado los secretos del Gobierno de la República, faltando á los deberes mas sagrados, que le imponian sus destinos: Finalmente el haberse asociado con los enemi-gos y atacado la soberanía nacional, la autoridad suprema del Perú, el honor y respetabilidad de su ejer

cito, en sus impresos, con el objeto de destruir su opi nion, para que los enemigos de la patria lograsen un triunfo decisivo.

En la sentencia de revista se confirmó la pena ca pital con la calidad, de que, ejecutados los reos. fueran puestos sus cadaveres en la horca, no obstante que la constitucion prohibia las penas infamantes. Todo Lima deseaba el perdon, los mismos ministros lo espe raban, y la municipalidad lo solicitó con las siguien tes reflexiones:

Ya pasaron los tiempos de temor y peligro. V. E. los ha hecho desaparecer, y despues de haberse llenado de laureles, de haber dado la paz y la felicidad á uno y otro Perú, no es un exceso pedir por los reos. Conmuteles V. E. la pena, disipe el dolor de sus familias y hágase aun mas grande, si cabe, de lo que en el mundo tan justamente aparece. No sean ellos de inferior condicion á los capitulados, y si principios liberales han salvado á estos, salven á aquellos los de la humanidad, que relucen en V. E. como padre, como LIBERTADOR poderoso por la voluntad de los pue

hlos.

Bolívar declarando, que la clemencia solicitada era muy conforme á sus principios de benignidad y á sus sentimientos la negó por las siguientes razones, que calificó de poderosisimas:

La sentencia ha sido pronunciada por la sabiduria de unos jueces imparciales íntegros y rectos del Supremo Tribunal de Justicia de la Nacion, Conmutarla valdria tanto como desaprobarla, y erigir se S. E. en juez de los rectos magistrados, que la pronunciaron. Indultar á unos delicuentes, á unos reos de alta traicion, seria atacar directa y vitalmente la moralidad de la República: seria abrir la puerta á crimenes de igual naturaleza, que al cabo se multiplicarian hasta lo infinito por su impunidad. Un pue

blo, cuyo entusiasmo y patriotismo se vió ya sofocado y casi extinguido en algunos de sus individuos por la perfidia y por la traicion de sus mismos gobernantes, necesita del horrible, pero indispensable espec táculo de espiacion y de justicia pública. Las leyes patrias, nacientes aun, perderian su vigor y su fuerza desde el momento, en que fuesen eludidas por un ensayo de clemencia extraordinaria. La vindicta pública, y la nacion entera se hallan interesadas y pesan en un estremo de la balanza: las facultades de S. E. el LI BERTADOR no pueden legalmente equilibrarla. El Señor Perindoaga ha sido juzgado no como un general, sino como ministro de estado. Como á tal se le ha se guido un proceso, que ni ha podido ser mas ámplio, ni mas metodico, ni mas conforme con las leyes, reglamentos y formas judiciarias. Si solo se le hubiere juzgado como general, se habría visto en el curso de su causa la misma exactitud; pero la confirmacion de la sentencia quedaba militarmente dentro del círculo de las atribuciones de S. E. el LIBERTADOR S. E. ha deseado siempre economizar la sangre de los hombres, sobre todo la de los americanos; pero dos gotas de sangre parricida no pueden equivaler á la copiosa sangre, con que los ilustres defensores del Perú han inundado los campos de batalla para rescatar una patria, que fué vendida por aquellos; que no existia ya sino en el corazon de estos últimos.

El Presidente del Consejo ofició al Secretario del Libertador el 11 de Abril:

Ahora, que son las 11 del dia, acaban de ser ejecitados los reos Berindoaga y Teron, en desagravio de la justicia pública, que cruelmente ofendieron, y en cumplimiento de las leyes, que así lo ordenaron. La República Romana empezó á establecerse derramando Bruto la sangre de sus hijos, que intentaron t. aicionarla; y la del Perú ha presentado en este dia un

acto menos tremendo, pero mas justo, en la ejecucion de un hijo suyo, que, prostituyendo su carácter pú blico, la vendió á sus enemigos.

Segun cuenta el bien informado Paz Soldan en esta vez Bolivar se manifestó cruel hasta el cinismo. Al siguiente dia de la ejecucion, cuando aun estaba fresca en la plaza de Lima la sangre de dos personas notables por sus antecedentes de familia y servicios á la patria, Bolívar daba un convite en el lugar de su residencia (la Magdalena 1 legua de Lima) y declaró, que no confiaba en la conciencia con que habian procedido los jueces; y para no dejar du da acerca del proposito político de semejante atroci dad, se dirije á su Edecan Coronel D. Manuel de la Puente, que pertenecia á la antigua nobleza: dicien dole "que callado está U. señor Marquez ¿está Ụ. triste, porque la aristocracia hizo ayer mala cara en la plaza?" pero su Edecan sin inmutarse le contestó: no Señor, somos todos iguales ante la ley.

La innecesaria ejecucion de Berindoaga debia causar las impresiones mas penosas por motivos privados y públicos: la victima era un exministro y ge neral de la república, de distinguido nacimiento y hermosa figura, inteligente, instruido, elocuente, en el el vigor de la edad (41 años); habia prestado servicios eminentes á la independencia y libertad, y podia prestalos todavia muy grandes; en la confianza de salir bie, no habia abusadó de la licencia, que bajo palabra de honor de regresar de madrugada á la prision le solia conceder el carcelero para pasar las noches en la calle; por lo tanto el rigor contra él tra el pobre Teron no se consideró inspirado por el amor à la justicia, sino como un ardid maquiavelico para aterrar á los enemigos de la dicta ura, que se ponia el mayor empeño en perpetuar por todos los

medios.

y con

El Congreso convocado para el 10 de febrero y que segun el decreto de convocatoria debia inaugurar el regimen constitucional, anunciaba desde las juntas preparatorias, que no seria un docil instrumento del Dictador, aunque el Con-ejo de gobierno habia procurado, componerlo de diputados muy adictos. Arrogose el consejo la facultad de resolver, qe la corte suprema por falta del senado conservador, autoridad design da por la constitucion, calificase á los repre sentantes, y procuró, que la calificacion fuese confor me á sus miras políticas. Eralo en efecto la mayoria, pero no faltaban ur os veinte repúblicanos, de clara inteligencia y de corazon bien puesto, decididos á sostener las libertades públicas; en esta falange patrioti a se distinguieron el hábil Luna Pizarro, su discipulo el presbitero Don Francisco de Paula Vigil, que debia sucederle en el apostolado del liberalismo, el energico magistra o Alvarez, el íntegro Cuadros, el entendido Gomez Sanchez, el matematico Carrasco, y Otero el infatigable guerrillero. Habiendo dado á conocer la oposicion, que, salvos los respetos al Li bertador, sostendria la causa nacional, los ciegos servidores del gobierno trataron de anonadar la naciente y moderada resistencia, primero con artificios sutiles, y luego suspendiendo la representacion nacional.

Al mismo tiempo, que en los periódicos se ensal zaba la ejecucion de Berindoaga, como un acto clási co de justicia, salia un aviso oficial previniendo á los diputados reunidos en juntas preparatorias, que presentaran al Gobierno sus poderes, para que en su vista se señalasen los dias y horas, en que debian comparecer á prestar el juramento prescrito por la cons titucion. El ministro Unanue se presentó en la asam blea á tomarlo, y el diputado Cuadros le hizo salir precipitadamente exclamardo: "etirese el señor Mi nistro, y entonces procederemos á jurar." Vigil, que

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