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el Pacifics, se obliga á satisfacer la cantidad de cinco millones de pesos fuertes á los acreedores extrangeros del Perú, en los plazos y con los gravámenes, que esta República haya pactado.

Art. 11. Siempre que la República de Bolivia no cumpla con los pagos, en la forma que se expresa en el artículo anterior, queda obligada á satisfacer á la del Perú, los perjuicios, que por esta falta sufra: á menos que consiga el allanamiento de los prestamistas, ó acreedores del Perú, para que su obligacion en la indicada suma de cinco Lillones se traspase á Bolivia; de suerte, que quedando esta directamente obligada, cese toda responsabilidad del principal deudor, el Estado Peruano.

Art. 12. Ratificado este convenio, nombrarán las dos Repúblicas comisionados, que, conforme á la demarcacion, que queda hecha, fijen los mo,ones estables, que perpetuen la division de los terrenos; y desde el acto mismo quedarán en posesion de los que resíprocamente se ceden.

Art. 13. El presente Tratado será ratificado, y cangeadas las ratificaciones en el término de noventa dias de esta fecha.

Art. 14. Se sacaran del presente Tratado cuatro ejemplares de un tenor, dos para cada una de las par

tes contratantes.

Dado, firmado y sellado en la Capital de Chuquisaca, á quince dias del mes de Noviembre de mil ochocientos veintiseis años.-(Firmado ).-Ignacio Ortiz de Zevallos.-Facundo Infante. Manuel Maria Urcullu.

La pretendida federacion apenas podría llamar se liga; gravitaba sobre el Perú desde luego por quebrantos en territorio y crédito, y en cuanto á sus cuestionables beneficios quedaba pendiente de la adhesion de Colombia, fuera de que, limitandose á de

signar las atribuciones del Presidente y del Congreso federal, dejaba por llenar exigencias esenciales. En cuanto al tratado de límites, se reducia substancialmente á despojar al Perú de Arica y el vasto, cuanto rico territorio de esa provincia, y á dar por chancelados, sus creditos, con la sola compensación de insignificantes, arreglos en la frontera interior y el pago incierto de cinco millones. La opinion se habia indig nado á las primeras noticias de tamaña desmenbracion; Santa Cruz habia escrito al negociador:

"U. está encargado de defender los intereses del Perú, y por lo tanto me es imposible creer, que U. trate ningun asunto, que no sea de su felicidad: (como pues he de creer, que siendo U. un Agente de! Perú, lo destruya y lo arruine;) seria no concederle á U. sentimientos de corazon Peruano." Despues escri. bió á Lafuente

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"... Los Bolivianos quieren Arica, y yo no quiero ratificar los Tratados, por no faltar al juramento, que he hecho, de sostener á todo trance la integridad de la República. El Congreso decidirá sobre los Tratados, que se han hecho. Gonzalez llevará solo contestaciones que no serán sino observaciones...

A Pando cupo la gloria de poner de manifiesto la enormidad de las concesiones, que mas tarde habian de solicitarse por toda suerte de medios. El mismo Ortiz Zeballos mostró su satisfaccion de que los tratados quedaran en nada.

La oposicion, dispuesta de suyo á no ver los actos del gobierno sino por el lado desfavorable, en vez de elogiar el tacto diplomatico y el patriotismo de Pan.do, solo señalaba á la atencion pública la autorizacion, que el consejo de gobierno habia dado á Ortiz Zeba, llos para estipular una federacion ominosa para el Perú, y los argumentos, que el Comisario general del comercio francés habia alegado, basados en la anóma

la situacion politica del Perú bajo la presidencia duradera de Bolívar. Asi lo que debia ser un título de gloria para el Ministro peruano, y como tal fué reconocido en la misma Francia, se convertía para sus compatriotas en motivo de censura. Las ideas respecto á Bolívar estaban muy cambiadas: la independencia restringida, la libertad comprimida, las instituciones republicanas suplantadas por la constitucion vitalicia, las municipalidades disueltas como primera aplicacion del nuevo cocigo, el ejercito nacional desatendido, la marina deshecha é insultada en su gefe, la integridad territorial amenazada, tantos y tan grandes agravios hacian desconocer los mayores beneficios de la administracion boliviana todo era causa 'de que la gratitud debida al Libertador fuera boirandose por resentimientos profundos: su colombianismo, nada sorprendente en un colombiano por nacimiento, presidente de Colombia, y cuya dominacion se apoyaba en las bayonetas de sus compatriotas, pero que en las ocasiones menos oportunas se habia mostrado esclusivo, no podia menos de herir vivamente el amor pátrio de los peruanos; los degradantes homenages de sus apasionados partidarios y de sus bajos aduladores, aunque muchas veces se adelantaron á sus deseos y aun excitaron sus desdenes, ofendian en alto grado la dignidad nacional; algunos delos que mas le habian incensado excediendo sea al sentimiento dominante, sea por calculos maquiavelicos, eran de los mas decidos en culparle; causaron mucho disgusto asi las medallas civícas con su busto, que briliaba aun en el pecho de benemeritas señoras, como su retrato, que en el aniversario de Aycaucho pareció recibir consideraciones regias durante el solemne besamanos. Las tropas de Colombia, que en vez de auxiliar, ya tan solo imponian vejaciones, humillaciones y cargas, llegaron a ser tan mal vistas, que hubo

lugar á sangrientas colisiones y á clamores populares de mueran los colombianos; principiaba á esparcirse la opinion, de que habia sido una calamidad para el Perú el haber reconquistado su independencia con la cooperacion de armas estrangeras. Estos rumores y antipatías debian tomar mas y mas cuerpo, por que propagandose en secreto, no podian ser eficasmente combatidos por refutaciones y explicaciones públicas. El consejo de gobierno decretó una libertad de imprenta, parecida á la de Figaro, que de todo permitia escribir menos de cuanto tuviese alguna importancia para el estado ó los particulares; la oposicion suplia con usura el silencio de la prensa nacional con las hablillas vulgares, ó con algunos periódicos de Chile y Buenos Aires, enteramente adversos á Bolivar. El odio oculto y la exaltacion nacional se extendian ya de manera, que la juventud unicamente queria lucir las corbatas encarnadas en ostentación de su irritado patriotismo. Siendo tal el estado de la opnion pública, la presidencia vitalicia no podia durar mas tiempo, que el indispensable para sobreponerse á la presion de las guarniciones colombianas.

La ausencia duradera del Presidente y sus embarazosas atenciones en la lejana Venezuela avivaban la esperanza de sacudir pronto su yugo; y la oposicion que contra su gobierno se levantó vigorosa en Colombia, iba á ofrecer la oportunidad deseada. Cuando Bolivar debia presentarse allí como el angel tutelar de las instituciones republicanas, se le vió con sumo descontento inclinarse cada dia mas del lado de los contrarios al regimen constitucional, como federalistas, como partidarios de la separacion de Venezuela ó como monarquistas declarados.

Al principio condenó los actos favorables à la dictadura y dió bellisimas proclamas, en las que, rebosando toda la grandeza de su alma, henchía los cora

zones de esperanzas y prometia anegar las pequeñe ces de los partidos en la inmencidad de su patriotis mo; pero no por eso dejó de tomar providencias die tatoriales, ni de ensalzar la malhadada constitucion bolviana; lo que era peor, en el despecho de la con. tradiccion ó en el desencanto de sus visiones fantasticas se permitia apreciaciones tan inexactas y tan indignas de su genio, como propias de un espiritu descreido y sin grandes aspiraciones. "No hay, decia, buena fé en America, ni entre los hombres, ni entre las naciones. Sus tratados son papeles, las constituciones libros, las elecciones combates, la libertad anarquía y la vida un tormento." Santander le dijo en Bogotá con mas republicanismo y buen sentido: "apenas he podido cumplir lo que os ofrecí, cuando me encargasteis del gobierno- Dije entonces, que la constitucion penetraría mi espíritu y lo penetró; que haria el bien ó el mal, segun lo dictara, y lo he hecho; que sería esclavo de la ley y lo he sido." Todavia acrecentó momentaneamente su gloria Bolivar, ya sofocando la revolucion de Venezuela con prodigios de actividad y prestigio, ya anunciando el pronto restablecimiento del órden en una proclama, en la que se leian estas sublimes palabras: "ahoguemos en los abismos del tiem

po el año de 26.... Yo no he sabido nada." Pero todas las esperanzas se anublaron, y sus esplendores de pacíficador desaparecieron, luego que reconoció al caudillo de los revoltosos como salvador de la república, protegió decididamente al partido reaccionario y trató desdeñosamente á los leales servidores del gobier no. Desde entonces todos los defensores de las instituciones repúblicanas le miraron solo como un ambicioso, que quería militarizar su pais y tiranizar á sus conciudadanos

La division colombiana, que con unos dos mil quinientes soldados sostenia en Lima la presidencia

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