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falta de agua se van secando las sementeras, y entonces llevan el ídolo que tienen para pedir agua y le ponen en el rio de pies, y si dentro de veinticuatro horas no les da agua, le sacan y arrojan, y toman otros. Estos ídolos son algunas piedras que naturalmente tienen algunas fac. ciones ó particular figura.

Tienen estos ídolos unos altares muy fijos, hechos de figura circular, comenzando con un círculo muy pequeño, de compas de dos pal. mos, y sube una vara en alto, hecho de piedras llanas con barro, y lue go otro mayor que cerca aquel del mismo altar, y luego otro y otro hasta que viene á ser un compas de dos varas. En este altar tenian los ídolos y ofrecian las ofrendas, y cuando no habia otra cosa, ofrecian y ofrecen todavía una hoja de árbol puesta una piedrecita encima; otras veces un manojo de zacate, y encima la piedra para que no se vaya. En las juntas de los caminos suelen tener un monton de piedra, en el cual ponen un manojito de zacate y una piedra encima para no cansarse en el camino.

En estas tinieblas y errores tenia el demonio engañadas mas de cinco mil personas, que son las que ahora tenemos á nuestro cargo en cuatro misiones, todas de una lengua, y fuera de estos ácia la parte del Norte, donde se llama Vaimoa, hay mas de otras tres mil, las cuales habiendo visto la paz con que viven nuestros cristianos apartados de las guerras, idolatrías y borracheras, y como se han congregado en buenos puestos acomodados para su comida é iglesias á las orillas de estos poderosos rios, claman y piden que váyamos á hacerlos cristianos. Fuera de estos mas ácia al Norte, hay mucha gente mezclada con los tepehuanes, y en estas partes hay muchas y riquísimas minas, las cuales han de ser parte para que poblando los españoles aseguren la tierra y puedan con mas facilidad ser doctrinados. Este año pasado entré allá cuasi solo, y en un solo pueblo me hallé con mas de cuatrocientas personas. Fuera de estos, á la parte del Sur, hay mucha gente que se llaman los de Guapiguge, los de Jocotilma, los de la Campaña grande, de donde tambien han traido riquísimos metales, á cuatro marcos por azogue. Estos tienen perpetua guerra con nuestros cristianos, aunque no con los españoles, como lo significaron estos dias pasados, diciendo al gobernador que habian de ser nuestros amigos, pero no de los indios, porque á estos tenian por sustancia, y vacas para comer, que así les llaman diciendo que el español esconde el dinero, el indio la vaca y los negros el tocino, lo cual esperimentaron por nuestros pasa.

dos en la guerra, de que adelante haré mencion, pues de todo género de gente hubieron á las manos.

Comunmente andan todos desnudos; tienen unos cordeles delgados con que andan ceñidos por la cintura, del cual cuelgan algunas borlillas ó cordeles de flecos como de un géme de largo y cuatro ó seis dedos de ancho, con que se cubren por delante; todo lo demás andan desnudos. Algunos se cubren con una tilma de algodon ó pita de que tienen grande abundancia, la cual sacan las indias de las pencas del maguey despues de hecho el vino, y mascando con la boca cada penca por sí, la dejan tan blanca casi como de algodon; despues las laban y hacen las tilmas, que entre ellos son de poca estima, porque por cuatro panes de sal dan una, la cual por estar muy apartada de la mar es muy estimada; y así en ningun manjar echan sal, sino muerden un poquito de sal y con la boca salada van comiendo los quelites, frijoles y calabazas que es su ordinaria comida. Para comer les sirve de silla la planta del pié derecho sobre la cual se sientan volviendo el empeine al suelo, y así comunmente tienen los empeines llenos de callos: las cabelleras crian y guardan con grande estima; tráenlas trensadas con fajas y cintas blancas, hechas de algodon. Tambien traen tilmas azules teñidas con anil, de qué hay mucho por acá, y despues que entraron los españoles, de los pellejos de los carneros que se matan hacen tilmas blancas y pintadas, deshaciendo para ello las medias de punto azules, coloradas y amarillas que compran de las tiendas. Traen al cuello grandes sartas de caracoles blancos, y de coscates de algunos marinos, y los mis. mos en las muñecas de los brazos. Agujéranse desde niños las ternillas de las narices, y de allí cuelgan un cordoncito con una piedra verde que acá llaman chalchivite. Traen en las orejas muchos sarcillos negros y dentro de cada sarcillo una cuenta blanca, y otros traen unos arillos de plata y otros de cobre tan grandes como manillas, y en grandísima afrenta entran ellos cuando alguna vez, estando borrachos, le desgarran las orejas. Algunos en las piernas traen unas ligas de las garras de los venados que han muerto, y lo mismo en las gargantas de los piés, las cuales ordinariamente traen ceñidas, principalmente porque dicen que para subir estas cuestas les ayudan mucho, y cuando se cansan en semejantes cuestas, con un arco pequeño y una flecha muy aguda se pican las piernas, saliendo de cada picadura tanta sangre, que corre hasta el suelo; lo mismo hacen junto á las sienes y frente para sangrarse de la cabeza cuando les duele. Siempre que caminan lle

van las mugeres la carga en un cacastle de hechura de un huacal, sino que es angosto de abajo y ancho de arriba, tan ancho, que cabe una anega de maiz desgranado, y la lleva una india con gran facilidad cuesta abajo y cuesta arriba con un mecapale en la cabeza. En estos cacastles lleva la muger la comida, que es maiz gordo y blando, que una mazorca entera se asa con un palillo como quien asa una gallina, y está tan tierna que se come muy bien. Llevan encima de la comida los comales, que son los platos, y escudillas, cucharas con que comen y beben; y si tienen algun niño, con una tilma revuelto va allí duriniendo, y muchas veces van dos. A los bordos del cacastle, llevan los papagayos y guacamayas, porque son muy curiosos en criarlas, y pélanlos á menudo para adornarse con las plumas. De este cacastle van colgadas las patillas de los venados que ha muerto el marido ensartadas en unos canutos de caña y los huesesillos de los piés de los venados que van haciendo un ruido como de cascabeles, y de esta manera marido y muger van de una parte á otra todo el hato á cuestas, y si tienen algun hijo de dos ó tres años, este carga el marido puesto en una tilma á las espaldas cruzada por el pecho y vuelta á atar á las espaldas. La comida en los caminos y en las guerras es ordinariamente un poco de maiz tostado; y así cuando venian á pelear con los españoles, como traian mucho, y cuando lo sacaban para comer, lo derramaban, venian grandes manadas de cuervos tras ellos, y así los españoles en viendo de léjos los cuervos se preparaban para la guerra porque sabian que allí venian los indios. Es una gente mediana de cuerpo, bien agestada, y los que han estado en tierra mas fria son tan blancos que parecen mestizos. Es gente bien proporcionada, de miembros muy ligeros, no se rayan los rostros si no son los de la provincia de Baimoa. Son muy fáciles, alegres, risueños, y que conversan con los padres y españoles con mucha afabilidad y risa. No son huraños, ni esquivos, ni melancólicos, ni retirados, ni temerosos, ni encogidos, sino largos y atrevidos. De lo que tienen son liberales, y reparten largamente no solo con los suyos y parientes, sino con los estraños y de otras tierras, partiendo con ellos de sus cosas sin ningun interés; y así á la mañana las mugeres hacen una olla de pinole, que es una bebida de que ellos usan mucho, y esta está á la puerta de la casa y beben de ella todos los yentes y venientes sin que nadie los convide á ello, sino en llegando aunque sean de otro pueblo estraño, se sientan junto á la olla y beben de ella, y cuando los padres van de un pueblo á otro y ellos tienen co

inida acuden con muchos tamales y ollas de pinole y frijoles, y cala. bazas cocidas, para la gente que del otro pueblo vino con el padre; y algunas veces es en tanta abundancia, que despues el padre se lo reparte á ellos mismos, y nunca jamás que el padre llega al pueblo dejan de ofrecerle alguna cosa, ó que tecomates de miel, ó que frijoles, ó que pepitas de calabazas de que hay muchas, así de verano como de invierno de estraña grandeza, y con ser muy grandes son de mas estima por ser muy útiles.

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Es gente de buen entendimiento, como se echa de ver en algunas razones que traen, porque el padre los bautice, y facilidad con que aprenden las oraciones en su lengua, pues muchos de ellos en un dia natural han aprendido el Pater noster, Ave María y catecismo, y lo han enseñado luego públicamente en la Iglesia á los demás. Tienen grandísimo teson en lo que comienzan, y así algunos catecúmenos están desde la mañana hasta la noche aprendiendo, sin acordarse de ir á comer, y esto se vió tambien en el teson que tuvieron estos años pasados en la guerra contra los españoles, contra los cuales solo cincuenta indios que se habian rebelado fueron amotinando mas de cinco mil personas, despues de haber muerto cinco españoles en su tierra. Destruyeron tres reales de minas, abrasando los ingenios y matando los españoles de ellos, y en otro se halló un padre de la Compañía que fué el padre Alonso Ruiz, que tenia á su cargo aquellos indios, y los demás estaban mal heridos y muy desmayados por verse cercados de mas de ochocientos indios que por todas partes los flechaban. Salió el padre con un Santo Cristo en las manos delante de todos, animando á los españoles, y fué cosa maravillosa que tirándole muchas flechas no le acertó ninguna. Acabado esto, en medio del furor de la batalla, se puso á decir misa y comulgó á los españoles, preparándose todos para morir por Dios nuestro Señor, el cual les puso en los corazones que por entonces dejasen la batalla, y quince dias despues les vinieron á cercar y flechar; pero no con tanta fuerza como el primero, hasta que entró el teniente de gobernador con setenta hombres de socorro, con lo cual se reprimieron de lo que es venir al real, retirándose á los peñoles, quemando mas de cuarenta iglesias donde solian recogerse á la doctrina. A estos picachos fuí yo mas de cuatro veces con veinte soldados á llamarlos de paz por orden del gobernador, y yendo un dia, diez leguas la tierra den. tro los topé que estaban matando una récua, y los arrieros de ella mataron dos indios y un negro, y flecharon un español de dos, que quiso

librarme Dios milagrosamente porque los indios me conocieron y man. daron á los demás que se apartasen del camino. Yo les hablé y llamé, aunque por entonces no quisieron obedecerme, diciendo en su lengua: ya no somos tus hijos. Con todo eso quiso nuestro Señor, que enviándolos á llamar con una bandera blanca puesta en una cruz vinieron pa. ra el dia que me señalaron; yo salí á recibirlos al puesto que ellos me dijeron, con soldados, y vinieron á mi llamamiento once pueblos, con los cuales, y mucha alegría del gobernador y del obispo, entré en el real de Topía, y dieron la obediencia al gobernador, y desde entonces nun. ca estos han faltado á la paz que prometieron, aunque otros de la misma lengua, que se llaman sabaitos, engañados por un demonio de un hechicero, que decia ser obispo y que era Dios Padre, haciendo á otros indios Santiago y S. Juan, bautizando á los indios y descasándolos de las mugeres con quienes estaban casados, se retiraron á un peñol despues de haber dado la obediencia al rey, á los cuales, enviándolos yo á llamar muchas veces, por dos meses enteros me respondieron que fuese yo en persona allá, y así fuí con cuatro soldados y con mucho riesgo de la vida; pero quiso Dios que bajaron siete pueblos, los cuales han estado y están con mucha paz y quietud, aunque fueron maltra. tados de sus comarcanos, á quienes tenian hecho pacto de no rendirse á los españoles, y por haber quebrantado el dicho juramento les quema. ron las Iglesias y mataron algunas personas de los que se habian hecho nuestros amigos; pero con la muerte del falso obispo y del que se decia ser Santiago, á quienes yo ayudé á bien morir, se han aquietado mucho y desengañado de los embustes y mentiras con que aquel falso obispo les habia amenazado, cuya confesion hecha delante del gobernador tiene ocho hojas, y la enviaré á V. R. algun dia con las oraciones que él inventó y la doctrina que él enseñaba.

Pero lo que mas muestra su testa y determinaciones, es la que tuvieron en la guerra, juramentándose de morir, y no dejar la justa hasta acabar con los españoles, y lo hicieran si no pudiera mas con ellos el buen término del gobernador; porque habiendo los soldados hecho una pesca de mugeres se las tornó á enviar el gobernador, y esto no las vie jas á quienes ellos estiman en muy poco, y así nadie se quiere casar con ellas, y los que las tienen las desechan, y viendo cuales habia enviado, las mugeres dijeron: nosotros habiamos hecho este concierto de no desistir de la batalla hasta morir ó vencer; pero pues nos han enviado nuestras mugeres, obligacion tenemos de dar la paz á los españo

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