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ranza de tomarlo cuando empezaron á cañonearlo con mucha frecuencia; y al cabo de dos horas de hacerle fuego, lograron acertarle una bala roja que incendiándolo lo voló y convirtió en cenizas; produciendo un temblor tan universal en la ciudad, que rompió la mayor parte de los cerrojos de las puertas de las casas, y rindió muchas de ellas: de cinco marineros que estaban extrayendo los efectos del Argos, dos se salvaron, y tres perecieron.

El Capitan Camejo que se hallaba á la cabeza de 120 hombres en el destacamento del Puente del Muerto, se pasó con toda su tropa y oficiales en este día á Valencia, seducido por Rafael Hermoso, oficial de Contaduría, que la noche ántes habia desertado de la Plaza, y fué á llevar al enemigo la noticia del suceso del Castillo.

En todo el día 1.o estuve combinando la operación única que podía hacernos dueños del Castillo, y era la de asaltarlo con 300 hombres, por la parte del Hornaveque que es la más accesible pero la dificultad de buques menores para transportar los soldados, fué un obstáculo invencible; y no obstante, el entusiasmo que tenian las tropas y los patriotas en aquel momento, no pude aprovecharlo por el indicado inconveniente.

El dia 2 los insurgentes siguieron siempre sus tiros de artillería, aunque con ménos fuerza que los anteriores; pero el terror que infundió en los habitantes el fuego destructor del Castillo, los acobardó de tal modo, que en este día desapareció todo el mundo de la ciudad, no quedando en ella, arriba de doscientos hombres de la guarnición, y rarísimos paisanos.

Conociendo la importancia de retener á los habitantes de la ciudad, y contener la deserción de las tropas, tomé

desde el principio todas las medidas de precaución que puede dictar la prudencia: primeramente, puse guardias en las puertas de la ciudad; mandé patrullas fuera de ella á recoger los que se refugiaban en los campos : oficié á la Municipalidad y Justicias para que cooperasen á esta medida, comprometiéndolos fuertemente rogué á los Párrocos exhortasen á sus feligreses para que viniesen al socorro de la Patria; mas todo inútilmente porque desde el Venerable P. Vicario hasta el más humilde esclavo, todos la abandonaron, y olvidándose de sus sagrados deberes, dejaron aquella ciudad casi en manos de sus enemigos.

Los soldados, afligidos al verse rodeados de peligros, y solos en medio de ruinas, no pensaban más que en escaparse por donde quiera; así es que los que salian en comisión del servicio no volvian, y los que estaban en los destacamentos se marchaban en partidas.

El día 3 no ocurrió novedad particular, excepto la de haber recibido un Oficio (N° 7) del Alcalde de 1.a elección en que solicitaba una Junta para tratar sobre los acontecimientos del día, con el objeto real de comprometerme á capitular con el enemigo, según me insinuó el

(No. 7.) Conviene á la felicidad de esta ciudad y á nuestro propio honor, el que tengamos una Junta de cabildo el día de hoy para tratar sobre las extraordinarias ocurrencias que ha habido desde el 30 de Junio próximo, en cuya inteligencia he mandado citar los miembros de la Municipalidad para esta tarde á las tres, debiendo reunirse en la Casa del C. Pedro Herrera como más segura de los fuegos que hacen del Castillo de San Felipe, y espero os sirváis asistir á dícha Junta, pues debe determinarse el asunto con vuestro acuerdo.

Dios os guarde Ms. As. Puerto-Cabello Julio 3 de 1812. JOSÉ DOMINGO GONELL. C. Comandante Político y Militar de esta Plaza.

mismo Alcalde y algunos Regidores; á lo que contesté, que primero sería reducida la ciudad á cenizas, que tomar partido tan ignominioso, añadiendo que jamás había tenido tantas esperanzas de salvar la ciudad, como en aquel momento en que acababa de recibir noticias favorabilísimas del ejército, y que el enemigo había sido batido en Maracay y San Joaquin; y para más apoyar esta ficción, hice publicar un boletin anunciando. estas noticias, haciendo salvas de artillería y tocando tambores y pífanos, para elevar de ese modo el espíritu público que se hallaba en abatimiento extremo. Logré un tanto mi designio, y se concibieron por entonces esperanzas de salud.

El día 4 los insurgentes redoblaron sus fuegos para atemorizarnos en aquel mismo día en que ellos esperaban nos atacasen los Corianos; así sucedió por la parte del Puente del Muerto, camino de Valencia, en donde estaba un destacamento nuestro de cien hombres á las órdenes del Coronel Mires, el cual rechazó al enemigo y persiguió victoriosamente hasta donde estaba su cuerpo de reserva, que reforzado entónces en número muy superior al de los nuestros, obligó al Coronel Mires á retirarse al Portachuelo, á distancia de una milla de la ciudad, en donde le mandé detener y esperar socorros de municiones y tropas; en esta acción, la pérdida fué igual de ambas partes, y nuestros soldados se portaron con valor.

Yo mandé en este día aumentar las municiones de boca y guerra de todas las alturas, con el fin de hacer en ellas una obstinada defensa, en el caso extremo de no poder defenderme dentro de la ciudad, como era muy probable, porque ya la guarnición apénas mon

taba á ciento cuarenta y un hombres (N.° 8), como consta por este documento, porque la defensa que debíamos hacer contra los Corianos era precisamente en la batería de la Princesa, bañada por los fuegos del Castillo, y consiguientemente atacada por la espalda como el frente.

El mayor inconveniente que presentaba la defensa dentro de la ciudad, era la carencia de agua, que habría sido absoluta, porque los enemigos, apoderándose del río, nos impedirían el tomarla; y no pudiendo recurrir al pozo del Castillo, no habría otro partido que rendir la Plaza ó morir de sed; pues el expediente de hacer excavaciones para extraer agua, no es adaptable en Puerto Cabello, porque estando la ciudad á nivel del mar, el agua es impotable.

(No. 8.) Estado que manifiesta la Fuerza con que se halla la cortina de la Plaza de Puerto Cabello.

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Señor Comandante. Ochenta y un infantes tiene la guarnición

de Murallas para dentro. JALÓN.

El día 5 el enemigo atacó el destacamento del Palito que estaba al mando del Subteniente Cortés, el que fué totalmente derrotado, sin que escapase más que el oficial y cinco soldados sin armas. Esta novedad llenó de consternación á los poquísimos soldados que me quedaban, no menos que á los Oficiales de la guarnición, como que se hallaban cercados por todas partes y sin esperanzas. Entónces yo, de acuerdo con los Coroneles Mires y Jalón, determiné reunir el mayor número de tropas que fuese posible, y atacar con ellas primero á los enemigos más inmediatos, y después á los que estaban más distantes, para evitar así, si era posible, la reunión de sus fuerzas totales en las avenidas de la ciudad, en donde no era posible resistirlos por las razones que tengo expuestas.

El Coronel Mires con el Coronel Jalón y Capitan Montilla tuvieron órden de marchar inmediatamente con doscientos hombres á atacar al enemigo á San Esteban. Allí encontraron un fuerte cuerpo de Corianos compuesto de ínfantería y caballería, el cual fué atacado por nosotros, pero con tan desgraciado suceso, que á la media hora de combate, sólo pudimos reunir siete hombres porque los demás fueron muertos, heridos, prisioneros y dispersos, habiendo quedado el Coronel Jalón que mandaba la derecha envuelto por los enemigos con el corto número de soldados que le seguía, sin que hayamos podido tener noticia alguna de este benemérito y valeroso Oficial, cuya pérdida es bien lamentable y costosa,

Hallándose el Coronel Mires en esta cruel posición, tomó el partido de retirarse á la Plaza con la guardia. que había dejado en el Portachuelo, y por órden mía

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