Imágenes de páginas
PDF
EPUB

es negativa, como lo fueron los beneficios emanados de aquella legislatura. Es decir, no hizo los males que se temieron de su inexperiencia no se dejó alucinar por los federalistas, no promovió la desunion, no sumió el país en disturbios con reformas extemporáneas. Las legislaturas siguientes fueron ménos cuerdas. El congreso empezó á manifestar celos de los militares, y la cámara de representantes votó el desafuero. Toda especie de privilegios en una república es una anomalía ; mas para desarraigar abusos envejecidos, la prudencia aconseja la calma y la oportunidad. Todavía la república no estaba preparada para esta especie de reformas. El gobierno se mautenía aún con el influjo y poder de los caudillos que habian hecho la independencia: las instituciones, por sí sólas, no tenian fuerza alguna; el pueblo era una máquina que se dejaba conducir; por demasiado ignorante carecía de accion propia; lo que se llama espíritu público no existía. No era político, pues, provocar á una clase tan poderosa de la sociedad; reflexion ésta demasiado conocida, para que se escapase á la penetracion del congreso. Aquella medida no llegó á dictarse; pero el mal se hizo. En las elecciones del año de 1825 se disputó á los militares el derecho de sufragio. Cuando se niegan á una clase entera de los ciudadanos los beneficios de la cons titucion, qué interes tiene ella en defenderla ?

El clero tambien se vió atacado en sus intereses, rentas y privilegios é insultado en la tribuna. Un pueblo fanático jamás puede ver con indiferencia las que él reputa injurias hechas a hombres que está acostumbrado á respetar ciegamente y á quienes juzga invulnerables. Por autorizacion del congreso los sueldos de los militares fueron disminuidos en uua tercera parte; y sin embargo ellos no se quejaron.

La union de mandos, que durante la guerra produjo efectos tan saludables, fué disuelta; á primera vista parece que la jus. ticia reclamaba esta medida; pero no fué lajusticia, sino un espí ritu mezquino de desconfianza el móvil que obligó á dictarla. Desde luego la autoridad civil empezó á chocar con la militar, y se engendraron funestas enemistades; lucha en que era difícil decidir qué partido, el civil ó el militar, era más intolerante.

Pero es lo cierto que el primero poseía los medios de deprimir al segundo, y no los esquivó, seguro de encontrar un apoyo en el congreso y un defensor en la imprenta.

Confirióse á los tribunales civiles la atribucion de sen-tenciar las causas sobre asuntos marciales; como si no fuesen los militares dignos jueces de sus propias controversias ó com petentes para fallar en cuestiones relativas á su honor y vida.. En cada sesion del congreso se repetian sensibles golpes al ejército hasta deprimir su espíritu.

Desde el año de 1823 el abuso de la imprenta venia haciendo incalculables males. No era la prensa en Colombia un juicioso monitor del pueblo, un fiel guardian de las libertades públicas; era una máquina incendiaria, un volcan que todo lo abrasaba. Ya en 1825 su espíritu licencioso no conocia límite. Las leyes de imprenta no eran una salvaguardia contra su desenfreno ; porque eran enteramente inadecuadas.

Con tales elementos, un pueblo descontento, un ejército desmoralizado, un clero desesperado, un erario exhausto, un ejecutivo partícipe de las dilapidaciones públicas y una legis. latura corrompida, no era de extrañarse que la tranquilidad interior fuese precaria. Una sola chispa faltaba para encender tantos combustibles. Ya se acercaba la crísis.

CAPÍTULO QUINCUAGESIMO CUARTO.

SUMARIO.

Asesinato de Francisco Perdomo en Bogotá. -Juicio del coronel Leonardo Infante.-Desacuerdo del tribunal que le juzgó.-Firmeza del doctor Miguel Peña.-Se le acusa y se le suspende de su empleo.-Ejecucion de Infante.-Conducta de Santander en la ocasion.-Juicio del doctor Peña.-Su defensa ante el senado.-Parcialidad de sus jueces.-Resuelve Peña vengarse. -Reúnese el congreso de 1826.-Pintura halagüeña del país segun el mensaje del vicepresidente.-Verdadera situacion de la república. Acusaciones contra los contratistas del empréstito. -Festinada absolucion del congreso.-Proyecto de un nuevo empréstito que se frustra.-Aflictiva situacion de la hacienda pública.-Eleccion de presidente y de vicepresidente.-Bolívar electo popularmente para la primera magistratura.-El congreso elige á Santander en competencia con Castillo y Briceño Méndez. -No se acepta la renuncia del Libertador ni la del general Santander.

HE dicho que en Colombia los hombres eran todo; las

instituciones nada. Uno ó dos ejemplos bastarán para probar la verdad de esta asercion; y escogeré uno que tuvo no poca parte en acelerar el choque de los elementos opuestos que combatian la estabilidad del gobierno. A fines del año de 1824 fué asesinado en Bogotá un oficial llamado Francisco Perdomo, y el crímen se atribuyó generalmente al coronel Leonardo Infante, hombre de color, que por su extraordinario valor habia sido ascendido al rango que tenia, y quien por su notoria mala conducta se habia hecho odioso. Se le mandó formar un sumario, fué juzgado en consejo de guerra, y

TOMO II

38

condenado á muerte, en virtud de graves sospechas, porque no hubo un solo testigo del hecho que se le imputaba, y entre los que depusieron contra él no hubo tampoco una sola persona de respetabilidad, y sí algunas que cualquier tribunal en todo otro país hubiera rechazado con indignacion; entre los testigos figu. raban una Cármen Espejo, mujer infame, que habia vendido la castidad de su propia hija [si alguna madre lée esta pá gina, temblará de horror] por cincuenta pesos, á ese mismo hombre contra quien deponía, y Marcela Espejo, la víctima sacrificada á la prostitucion por su vil madre y que no tenía la edad competente para ser testigo judicial. Si por ventura hubo interes en condenar al reo, será mucho presumir que un mónstruo como aquella hubiese vacilado en añadir el perjurio al catálogo de sus crímenes? Pues tales eran algunos de los testigos por cuyas declaraciones fué condenado á muerte el coronel Infante. El proceso se pasó á la corte marcial para que aprobara ó reformara la sentencia. Los votos de los cinco vocales de este tribunal se dividieron : dos hubo á muerte, dos por la absolucion y uno por la condena á diez años de presidio. Conforme à las ordenanzas militares, ya esto bastaba para librarle de la muerte; pero, á pesar de eso, se pretendió sostener que la corte no debia fundar su fallo en ese código, no obstante ser militar el acusado y serlo tambien dos de los ministros de aquel alto tribunal. La corte se declaró en discordia, y el conjuez nombrado para dirimirla dió su voto á muerte; pero con todo, no resultaba aún la mayoría absoluta de votos que requeria la ordenanza ó la ley penal de la legislacion comun; porque tres eran á vida y tres á muerte. Para salvar esta dificultad, se citó una ley que sólo preceptuaba la mayoría relativa, y en virtud de ella se impuso la pena capital.

El presidente de la alta corte, doctor Miguel Peña, se resistió á firmar una sentencia que consideraba notoriamente ilegal. El ejecutivo, instado por aquella corte, declaró que debia firmar y que el tribunal debia obligarle por todos los medios que estuviesen en sus facultades. Peña desobedeció el decreto del ejecutivo y le coutrovirtió su autoridad para hacer decla

catorias en materias judiciales. Peña fué inexorable; y en consecuencia, acusado por la cámara de representantes y admitida la acusacion por el senado, quedó suspenso de su empleo. La sentencia de Infante fué confirmada y este desgraciado coronel ejecutado el 25 de Marzo. Hasta el momento de su muerte protestó su inocencia; por la carrera, desde su prision hasta la plaza mayor, donde se puso el banquillo, iba repitiendo que moria inocente. Al pasar delante del edificio don de el congreso celebraba sus sesiones, salieron los representantes y senadores á verle: él, quitándose el sombrero, exclamó : “ya va á morir Infante, ya quedarán USS. gustosos: Injustos! yo los he puesto en esos asientos y ahora voy á ser víctima de su tiranía." Al llegar al patíbulo, dijo, dirigiéndose al concurso que se hallaba presente: "Señores, he cometido muchos crímenes durante la guerra, esos los voy á pagar ahora; pero en cuanto á la muerte de Perdomo, declaro delante de todos que no he tenido ninguna parte en ella y que muero inocente." En aquellos solemnes momentos, en que el corazon más perverso teme disimular; cuando el hombre nada espera de los hombres al lanzarse en la eternidad, no seria temerario dudar que este infeliz, al confesarse públicamente de muchos delitos, hubiese tratado de ocultar un crímen más? Infante murió con el mismo valor que habia desplegado en cien ba tallas.

Despues de la ejecucion se presentó á caballo el vicepresidente, y allí, delante del cadáver, arengó á las tropas. Si se hubiera temido una conmocion popular ó una sedicion de aquellas, la presencia del supremo magistrado en aquel acto, habria sido un rasgo de valor andaz; pero en circuns tancias normales y tratándose de un reo que ninguna simpatía inspiraba, pareció más bien alarde impropio del jefe del gobierno; y si á ello se agrega que el vicepresidente era generalmente reputado como enemigo personal de la víctima, se comprenderá por qué se tuvo aquel paso como una innoble venganza. Se recordaba además que pocos meses antes, el general Santander habia conmutado la pena de muerte al sargento mayor José Vegal, por de presidio, en una causa en que el reo estaba

« AnteriorContinuar »