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con el Exmo. Sr. virey como con el padre provincial, no pudo conseguir la licencia que pretendia para entrar á California; empresa que despues de tantos costos inútiles se tenia ya por imposible; antes se halló con un nuevo impedimento por venir destinado de N. P. general' por rector y maestro de novicios en el colegio de Tepotzotlán. Cerrados así en México todos los caminos, no desmayó el padre Juan María, antes volvió confiadamente los ojos á Guadalajara, en que el fiscal de la real audiencia D. José de Miranda y Villagran, noble y piadoso caballero, conocia íntimamente su celo y lo favorecia cuanto era posible. Aconsejó á este ministro, y él practicó luego en 17 de julio, un informe al señor virey de la grande utilidad de aquella conquista, y comodidad que entonces se ofrecia por los muchos barcos que frecuentemente entraban al buceo de las perlas. Este informe aunque por entonces no surtió efecto alguno, no dejó de servir mucho en lo sucesivo. Por el presente se contentaba el padre Salvatierra con la licencia de la religion, confiado en que aunque de las cajas reales no se le diese socorro alguno, se lo franquearia el Señor por la intercesion de la Vírgen de Loreto, á quien desde el principio habia constituido patrona de aquella grande empresa; pero aun esta se le hacia cada dia mas dificil. A pocos meses de retirado de Tepotzotlán el padre Salvatierra, pasó por aquel colegio á la vista de los de tierra dentro el padre provincial Juan de Palacios. En los pocos dias que allí. se detuvo le acometió un furioso dolor de costado y tabardillo. Suplicando al padre Salvatierra lo encomendase con sus novicios á la santísima Vírgen, le respondió resueltamente que no tenia que esperar la salud mientras no le prometiese á la santísima Vírgen dar la licencia para la conversion de la California. Respondió el padre provincial que aquel negocio no dependia de solo su arbitrio, que debia atender al dictámen de la consulta; pero que sin embargo haria cuanto estuviese de su parte para su feliz éxito. Bajó el padre Salvatierra con los hermanos novicios á la santa Casa de Loreto que allí habia edificado su íntimo amigo y compañero el padre Zappa, y hecha oracion subió la imágen Lauretana al aposento del padre provincial, que luego comenzó á mejorar y á poco tiempo se vió libre de riesgo. Volviendo á convalecer á México llevó consigo al padre Salvatierra para que propusiese personalmente á la consulta con las razones en que fundaba el buen éxito de sus designios. Hízolo el padre con toda la viveza y energía que le inspiraba su celo; sin embargo, nada pudo con

seguir de los padres consultores y volvió á Tepotzotlán, donde redoblando con los hermanos novicios sus fervorosas oraciones, esperaba alcanzar de Dios lo que antes se le dificultaba de parte de los hombres. No le engañó su vivísima confianza. A fines de diciembre se halló llamado á México del padre provincial: se le dijo que finalmente se habia determinado darle la licencia para la entrada en California; pero que en las circunstancias no se podia pretender limosna alguna de las cajas reales, ni el virey y ministros de la real audiencia se hallaban en ánimo de concederla; que á su cargo estaria solicitar los medios necesarios para el transporte, subsistencia y seguridad de los primeros misioneros.

California.

del Semina

de 1696.

A esta gustosísima noticia habia precedido pocos meses antes otra Dase licencia no menos ardientemente solicitada del padre Salvatierra. Desde el vatierra para al padre Salaño antecedente en que gobernaba el colegio de Guadalajara habia pasar á la pretendido fundar en aquella ciudad un colegio Seminario para el mejor logro de los estudios. Ayudabanle para su intento con su limosna algunos bienhechores, y singularmente los nobles señores D. Diego y D. Juan Arriola y Rico, canónigo magistral de aquella santa Iglesia, que fundaron efectivamente varias becas. Presentóse el padre Fundacion Juan María al señor doctor D. Alonso Zevallos Villa-Gutierrez, go- rio de Guabernador del nuevo reino de Galicia, y presidente de aquella real lajara. Año chancillería, quien con dictámen del fiscal, en 25 de junio de 1695 proveyó auto en que concedia su licencia para la dicha fundacion. No se pudo llevar á debido efecto con tanta brevedad que no espirase antes el trienio del gobierno del padre Salvatierra; pero animando este desde México y acalorando de nuevo el negocio, tanto con los superiores de la Compañía como con el fiscal D. José Miranda, y otros sugetos distinguidos de Guadalajara, consiguió que á 11 de febrero del año que tratamos, se despachase nuevo decreto con insercion del primero en que dicho gobernador y presidente dá y concede licencia para que se erija y funde dicho colegio Seminario de estudiantes en la parte que se ha determinado, siendo en conformidad de lo dispuesto por leyes reales en atencion á la utilidad que á todo el reino se sigue de que en dicho Seminario se eduquen, crien y recojan los hijos de los vecinos de él, y al fervor, provecho y frecuencia que se esperimenta en los estudios mayores y menores que en el colegio de la Compañía, á espensas de sumo trabajo y desvelo de los religiosos de él, se mantienen y conservan con tanto lustre, para cuyo efecto, co

Hostilidades en las misio

federadas.

mo vice-patrono de todo aquel reino por lo que toca á lo gubernativo de él, mandó que aquel despacho sirviese de título en forma para la fundacion de dicho Seminario. Con dicha licencia en 28 de julio del mismo año de 1696 se tomó posesion de las casas que hacian esquina con la puerta reglar de dicho colegio, y en que fueron introducidos por primeros seminaristas y fundadores D. Diego Alcázar, D. Gerónimo Montes de Oca, D. Ignacio de Soto Zevallos, D. Francisco y D. Cristóbal Mazariegos, D. Miguel Ruiz Galindo, D. Pedro Perez de Vergara, D. Pedro de Tápia y Palacios, y D. José Lopez de Mercado.

Entre tanto proseguian en las misiones del Septentrion los continuos nes de las sustos y hostilidades de las naciones confederadas, janos, jocomės y apaches. Agregáronseles por algun tiempo algunas rancherías de conchos; pero reprimidos oportunamente por el teniente Antonio de Soliz, y ajusticiados algunos en Nacorí, donde habian cometido los primeros insultos, se sosegaron bien presto. Aun causó mayor cuidado la voz que corrió no sin fundamento ya á los fines del año, que se habian convocado para una sublevacion general todos los pueblos de Taraunara y de Sonora. Era la alma de esta conspiracion un indio apóstata llamado Pablo Quihue, gobernador que habia sido del pueblo de santa María Basieraca, indio ladino, demasiadamente verboso, y naturalmente elocuente, capaz de dar grande apariencia de verdad á los asuntos mas inverosímiles, enemigo oculto de los españoles, y tanto mas temible cuanto sabia segun las circunstancias reprimir su rencor y encubrirlo con el mas profundo disimulo. Este comenzó á esparcir entre su gente rencores sediciosos. Decíales que habiéndose los de Sonora sometido voluntariamente á la direccion de los padres, poco a poco en sesenta años se habia llenado la tierra de soldados, de presidios, de haciendas y de familias de españoles, que en lugar de agradecerles el beneficio de haberlos recibido en su pais, se apoderą. ban del terreno, y aun de sus personas para servirse como de esclavos. ¿Que sus vácas, carneros, caballos y aun sus mugeres y sus 'hijos habian de estar á su disposicion. ¿De qué nos sirven (decia) sus presidios y sus armas? ¿No nos dicen a cada instante que son para defendernos? ¿No nos dicen que vivamos tranquilos en la verdadera religion, en la obediencia del rey y en vida política y civil? Esto nos cantan en sus primeras entradas. Nosotros, insensatos, los recibimos como unos hombres venidos del cielo para nuestro bien. Pero ¿cuál

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es el cumplimiento de estas magníficas promosas? Ya lo veis. Muchos años ha que naolan nuestro pais los apaches, los jocomes y los janos, talan nuestros campos ý roban nuestros ganados. ¡Y nos han defendido sus presidios? ¿Nos han protegido sus armas, ó por mejor decir, no les ha sido este un medio para destruirnos? ¿Han sido mas los sonoras, los pimas, los taraumares, los conchos que han muerto á las flechas de los apaches que los que han perecido inhumanamente á sangre fria á manos de los españoles? Al menor ademan que ven 6 imaginan ver en nosotros los ya reducidos, luego somos apóstatas, traidores á Dios y al rey, enemigos de la pátria, parciales de los apaches, 6 partícipes y cómplices de sus robos. Al instante se arman contra los desarmados, queman, ahorcan, deguellan. ¿Se hace otro tanto con los apachés y con los sumas? ¡Les han visto múchas veces la cara á estos valientes? ¿Les han quitado muchas presas? ¡Harian mas en nuestro daño nuestros enemigos que lo que hacen nuestros protectores? Tales eran los discursos de este apóstata! † Veri. similmente si se hubieran seguido sus disposiciones y sus consejos habria acabado con todo el nombre español y con toda la cristiandad de aquellas vastísimas provincias; pero una particular providencía permitió que encendidos los ánimós demasiadamente con semejantės razo, namientos, los pueblos de Cuquiarachi, Cuchuta y Teurieatzi pror rumpieran antes de tiempo, sin dar lugar a madurar sus perversos designios. Los moradores de los dichos pueblos repentinamente se apoderaron de todos los ornamentos, alhajas de iglesia y demas cosas portátiles, y huyeron á los montes.

H

17

Esta precipitacion trastornó todas las ideas y medidas del Quihuë. Luego que se supo se pusieron en camino las compañías, y apenas acababan de respirar de la espedicion de los conchos. El general D, Domingo Girenza, y los capitanes D. Juan Fernandez de la Fuente y D. José Zubiáte, que se hallaban mas cercanos acudieron còn diligència: esta no impidió del todo; pero á lo menos disminuyó en gran parte el daño, haciendo que se sofocase sin reventar mucho material

+ Permítame la respetable sombra del padre Alegre le diga, que este razonamiento es exacto, y que Ciceron en el caso del indio Pablo Quihue no lo habria hecho mejor, mas elocuente, ni mas cierto. Fué una proclama que con razon conmovió aunque desgraciadamente á los demas indios. Los españoles les ofrecian dar el cielo, pero les quitaban la tierra y la libertad, justos motivos para alzarse.EE.

1697.

de aquella mina. Por lo que mira á los pueblos alzados, por tres ocasiones diferentes obligados de la necesidad, prometieron la paz y vol. vieron á sus pueblos, nunca con sinceridad y buena fé segun manifestó el suceso, hasta que finalmente en el dia de la inmaculada Concepcion, vino á conseguirse una paz firme y constante, despues acá en los dichos pueblos de Taraumara. Algunos otros, juntos con los sonoras á cargo del cacique D. Pablo, perseveraron mas tiempo en la desercion y no vinieron á rendirse hasta cuasi mediado del año siguiente de 1697. Pudo mucho para su perfecta reduccion el valor de los taraumares, serranos, guasaparis y cutecos, antiguos discípulos del padre Juan María Salvatierra. Estos buenos néofitos no solo no accedieron á los perversos consejos de sus naturales, sino que antes en número de setecientos (segun escribe el mismo padre) acometieron á los amotinados con pérdida de solo ocho de los suyos, y muchos de los enemigos. † Emprendieron esta accion sin socorro alguno de los españoles, y con igual obstinacion de una y otra parte. Duró la batalla desde la mañana hasta la noche: fueron todos á la guerra (dice en carta propia el padre Salvatierra) con su rosario, y fué cosa que notaron aun los mismos indios que ninguno quedó herido de la cintura arriba, con lo que se enfervorizaron mucho en la devocion del rosario, y tenian á gloria grande los parientes de los difuntos en habérseles muerto alguno de los suyos en defensa de la fé. Hasta aquí el padre Salvatierra, que por este tiempo se hallaba ya en la costa de Sinaloa esperando ocasion de trasportarse á su amada California. El modo sensible con que el cielo favoreció esta empresa necesita de mas circunstanciada relacion.

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Luego que el padre Juan María se vió autorizado con la licencia del padre provincial para emprender aquel viage, no pensó mas que en buscar como se le mandaba los socorros necesarios. Entre muchas ricas y piadosas personas que ya desde antes le habian ofrecido su ayuda, juntó en breve tiempo la cantidad de catorce mil pesos. Se singularizó la piedad de los nobles señores D. Alonso Dávalos, conde de Miravalle, y D. Mateo Fernandez de la Cruz, marqués de Buenavista, que dieron luego cada uno mil pesos efectivos. De los otros trece mil los tres se juntaron efectivos, y los diez en promesas de dife

+ Esta ha sido la política de los españoles, sojuzgar á los indios con sus hermanos, y de los ingleses en la India con los cipayos.—EE.

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