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Los párrocos comenzaron por separarse de sus curatos, o a negar la administracion de sacramentos: los casados principiaron, unos por apartarse de la mesa i lecho, à otros mas escandalosos, acojiéndose a verdaderos o finjidos escrúpulos, a proponer la nulidad de sus matrimonios. El mal iba cundiendo, cuando, merced a la buena inspiracion del doctor Flóres en haber acudido oportunamente a la decision de la Santa Sede, vino la mui acertada resolucion de aprobar cuantas gracias habian dispensado ambos sacerdotes.

Tampoco faltaron otros de estos que, pidiendo pasaportes para los pueblos estranjeros, siguieron el ejemplo del obispo Santander i salieron de Colombia.

III.

Otro suceso de mayor cuenta vino a turbar el regocijo de nuestros padres. La rebelde ciudad de Pasto, incapaz todavia de avenirse con el nueva órden de gobierno, alentada por el teniente coronel don Benito Bóbes, pariente, segun se sabe, del famoso capitan del mismo apellido que habia azolado a Venezuela, se insurreccionó a últimos del mes de octubre. El jeneral Sucre fué tras ella activamente con fuerzas respetables, a fin de sufocar cuanto ántes una rebelion que podia tomar cuerpo. Los rebeldes, posesionados del Guáitara, rechazaron el 24 de noviembre, en la inaccesible cuchilla de Taíndala, a tres compañias del batallon Rifles, uno de los mejores cuerpos de la república, i lograron detener la marcha de nuestras fuerzas. Sucre tuvo que engrosarlas con las milicias de Quito, Ibarra i Tulcan, i con

este refuerzo hizo el 18 de diciembre un reconocimiento del paso principal del Guáitara. Hallóle fortificado por tres puntos, i que ademas se habia destruido el puente, lo cual le hizo comprender las dificultades de atravesarle. El 21 destacó hácia el paso de Fúnes una partida de las milicias de Ibarra i Tulcan, con el fin de que distrajesen al enemigo, en tanto que otros destacamentos de paisanos harian igual diversion por cid i el car. El dia 22 la division de Túquerres, el batallon Rifles i el escuadron de Lanceros a órdenes del jeneral Barreto, se pusieron en marcha para el Guáitara con el objeto de atravesarle por la noche i caer a la mañana siguiente sobre el enemigo. Lo tempestuoso i crudo de la noche hizo que se frustrase el proyecto de construir un puente, i quedase descubierta la empresa; de modo que fué preciso ponerle a la vista del enemigo, como lo verificaron bajo sus fuegos, a tiempo que tambien las compañias segunda i quinta del Rifles le desalojaban de sus fortificaciones.

La cuchilla de Taíndala, donde un mes ántes habia sido rechazado este cuerpo, estaba, como entónces, inaccesible; pero su comandante, el coronel Sándes, pidió para sí la honra de tomarse desquite, y le fué concedida. Efectivamente, aturdido el enemigo por el arrojo y rapidez con que maniobraron las mismas compañias, fué desconcertado i completamente derrotado. Las fatigas de la marcha impidieron la persecucion, i así el enemigo logró rehacerse en Yacuanquer como con mil quinientos hombres.

Unidos el dia 23 el batallon Bogotá y el Rifles desconcertaron de nuevo al enemigo en este punto, i le persiguieron hasta el puente de la Tro

cha; mas la noche, que sobrevino mui luego, i los bosques favorecieron su fuga, i hubo necesidad de retroceder á Yacuanquer, donde pernoctaron reposando del continuado combate de cuasi todo el dia. Al amanecer del 24, el jeneral en jefe dirijió al gobernador i cabildo de Pasto una séria intimacion para que se rindiesen, i no solo fué mal recibida sino que aun pusieron preso al que la habia llevado. Entónces, á las doce del dia, mandó cargar contra el enemigo que ocupaba las alturas i quebradas que rodean la ciudad: dos compañías del Rifles obraron por las colinas, i el coronel Barreto, con lo restante del cuerpo, contra la principal posicion del enemigo, en la iglesia de Santiago. Los realistas cargaron con una gruesa guerrilla contra la quinta compañía del Rifles; mas otra del Bogotá i un escojido trozo de caballería, comandados por el coronel Carvajal i comandante Jiménez, a órdenes del jeneral Salom, que dirijia los movimientos de nuestra izquierda, la rechazaron con éxito feliz. Se estrechó, en fin, al enemigo por cuantos puntos cabia i, despues de hora i media de combate, fué derrotado del todo, i Sucre ocupó la ciudad desierta. Mas de trescientos de los rebeldes quedaron tendidos en el campo, fuera de los heridos, no habiendo costado al vencedor sino ocho muertos i treinta i dos heridos. Los vencedores, llevados de la venganza contra un pueblo tenazmente enemigo suyo, saquearon la ciudad.

Sucre hizo repetidos llamamientos a sus moradores ofreciéndoles perdon, i como no asomó ninguno i habian huido todos con las armas, se vió en claro que su ánimo era el de volver á ponerse en ellas. Bolívar mismo que daba tanta

importancia a la guerra de Pasto, se trasladó a esta ciudad en los primeros dias de enero de 1823, i publicó un indulto para cuantos se presentasen dentro de cierto término; i sin embargo, continuaron rebeldes. Entónces les impuso una contribucion de treinta mil pesos, mandó sacar tres mil cabezas de ganado vacuno i dos mil quinientos caballos, que se reclutasen a cuantos fueran útiles para llevar las armas, i se trajesen presos para Quito a los conocidos por mas inquietos. Mandó tambien confiscar los bienes de los que habian tenido parte en la insurreccion, i aun los de los pastusos que conservándolos en Túquerres, permanecieron en Pasto despues de ella; pidió a Quito veinticinco eclesiásticos patriotas para reemplazarlos con los curas enemigos de Colombia, i a muchos de estos los sacó fuera de su territorio.

Medio apaciguada la ciudad con tan enérjicas providencias, Bolívar se volvió para Quito i luego pasó a Guayaquil a estarse a la mira de los enemigos del Perú.

Hemos dicho medio apaciguada la ciudad, porque, apénas vencidos seis meses, volvió a insurreccionarse la provincia. Hacia de jefe militar en ella el coronel Juan José Flóres, cuando supo que se habian levantado los facciosos capitaneados por uno de apellido Enríquez, i voló tras ellos i los dispersó. Deseando amedrentarlos para que no volvieran a turbar la tranquilidad, tomó en mala hora la resolucion de hacer incendiar las casuchas donde se habian refujiado, i aun algunas otras inmediatas, i pasar por las armas a veintitres de los aprehendidos con las armas en la mano. Este exceso de severidad

hizo que se reuniesen de nuevo, y Flóres, mudando de hito, trató de rendirlos por medios afables, ofreciéndoles cuantas seguridades quisieran, con tal que entregaran las armas i se volvieran a sus casas a morar tranquilamente. Los facciosos convinieron en ello, pero no mas que por ardid; pues mui luego supo mui luego supo Flóres que trataban de tomar a Pasto, por lo cual pasó a esta ciudad el 11 de junio, donde mediante el buen tratamiento que daba a sus moradores, logró que poco a poco se fuesen aficionando a las instituciones republicanas.

Al dia siguiente apareció el realista Agualongo con ochocientos hombres por el lado de Yacuanquer, i asentó sus reales en Catambuco. El coronel Flóres no trepidó en atacarlos con sus seiscientos hombres bien armados i municionados, pero reclutas; i habiéndose dado el combate en un punto en que no podia obrar nuestra caballería, fué derrotado completamente, apesar de todo su arrojo i esfuerzos, por unos indios armados, la mayor parte, de solo palos, machetes i lanzas. Perdiéronse en el combate ciento cincuenta hombres que quedaron muertos, trecientos prisioneros, mas de quinientos fusiles i la ciudad de Pasto, que la ocupó Agualongo.

Dueño este caudillo de la provincia organizó un bonito cuerpo de mil quinientos hombres, i fiado en que las tropas republicanas se hallaban por el Perú, i en que Bolívar i Sucré estaban ausentes, tuvo el arrojo de avanzar hasta la provincia de Imbabura. Al traslucir Bolívar esta noticia gravísima, aun en otras circunstancias, se vino en volandas a Quito i destacó inmediatamente al jeneral Salom con las dos únicas

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