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el nombramiento de capitan jeneral de Portorico, i la órden de que delegase el mando del ejército español de Venezuela en el jeneral Moráles, quien, a la postre, vino a satisfacer sus entrañables anhelos. Moráles pasó inmediatamente a Portocabello, organizzó su gobierno i se volvió con mil docientos combatientes contra Valencia, donde tenia sus tropas el jeneral Paez. Moráles trataba mañosamente de combatir arrimado a las montañas, i Paez, que solo tenia tres cuerpos veteranos i las milicias de la ciudad, se mantuvo, tambien mañosamente, en su posicion; por manera que, no queriendo ninguno de ellos perder las ventajas con que contaba, era difícil que llegaran a las manos. Con todo, el 11 de agosto se precipitó Moráles desde la altura en que estaba con todas sus fuerzas, i desplegando guerrillas por derecha e izquierda, cargó por el centro tan de firme que a las siete de la mañana vino a empeñarse el combate de un modo jeneral. Los coroneles republicanos Rondon i Manrique no solo se sostuvieron con firmeza, mas tambien envolvieron al enemigo por todas partes i le obligaron a reocupar su antigua posicion, donde se mantuvo quieto; bien que presentando en buena disposicion un cuerpo formidable. Como los republicanos no se movieron de su puesto, Moráles emprendió la retirada para Portocabello, donde entró el 19 con ánimo de llevar a ejecucion el proyecto de tomar la plaza de Maracaibo.

El jeneral Soublette, para estrechar mas al enemigo, incorporó sus tropas a las del jeneral Paez e ideó un nuevo proyecto de operaciones.

Empeñado el jeneral Moráles en el referido propósito de conquistar a Maracaibo, dió vela el 24 con mil docientos hombres; i como su aparicion en

los fuertes de Garabuya fué de sobresalto, tuvieron sus defensores que rendirse. En Salina-rica tuvo el 6 de setiembre un nuevo encuentro con el jeneral Lino Clemente, que mandaba las fuerzas republicanas, i tuvo tambien la buena suerte de vencerle, i aun de tomar seis cientos cincuenta i tres prisioneros, unos cuantos fusiles, cajas de guerra, municiones, etc. El desastre del jeneral Clemente provino, en particular, de no haberle llegado a tiempo un refuerzo que esperaba.

El jeneral Morales, despues de obtenidas estas ventajas, pasó a Maracaibo que lo ocupó el 8 de dicho mes. Imájen viva de su compañero, el feroz. Bóbes, a quien sobrevivia en mala hora, dió un decreto contra cnantos estranjeros se encontrasen con armas, imponiéndoles pena capital i confiscacion de bienes: aun anuló mas tarde muchos de los artículos del tratado de Trujillo o Santana. El jeneral Paez, por el contrario, con ánimo de hacer resaltar la mala fe del enemigo i realzar la relijiosidad republicana, dictó órdenes mui terminantes a las tropas de su mando para que fuesen escrupulosamente cumplidos esos arreglos.

Al saber el jeneral Montilla la pérdida de Maracaibo, i temiendo que, fortalecido Moráles con los resultados de sus triunfos, intentara dar algun golpe contra Riohacha, se trasladó a esta ciudad, donde recibió órdenes del gobierno para levantar un cuerpo de cuatro mil hombres, con los cuales debia reconquistarse a Maracaibo. Reunió efectivamente al punto unos como mil, i los puso a órdenes de los coroneles Sardá i Garsen, español el primero i frances el otro, ámbos al servicio de Colombia, con el destino de que se acercasen al enemigo, pero con la prevencion de que combatieran solo en el ca

so de ser superiores en fuerza, ni de avanzar mas allá de Socui. A pesar de estas instrucciones, se salieron de ellas i tocaron en Garabuya, i el jeneral Moráles vino a su encuentro el 12 de noviembre con un exelente cuerpo de ejército. El coronel Garsen conoció las desventajas que tendria el combate contra un enemigo que contaba con una fuerza de dos mil hombres; pero el coronel Sardá, de jenio fogoso, no pudo contenerse i se arrojó tras los realistas a manteles echados. Logró, de primera entrada, hacer que cejaran los enemigos i aun los llevaba ya de vencida, euando se vió de súbito i simul táneamente cerrado por todas las fuerzas de Morá les, teniendo en consecuencia que rendirse a discrecion. El coronel Garsen, herido desde el principio del combate, tuvo por el pronto la fortuna de huir; pero murió dias despues en Santamarta, siempre a consecuencia de las heridas. El coronel Sardá, mas afortunado que su compañero, logró escapar sano i salvo.

El jeneral Morales, aunque dejando tendidos en el campo del combate docientos treinta i ocho hombres de los suyos, entró a su real con setecientos prisioneros republicanos, i su estrella iba subiéndole al olimpo de la fama. Nuestra derrota aun habria sido de peores consecuencias, si el jeneral Soublette no hubiera enviado tan a tiempo un cuerpo de infanteria con el objeto de reforzar el ejército del Magdalena, i si el jeneral Montilla, activando cuanto pudo la organizacion de nuevas fuerzas de mar i tierra, no se hubiera hecho respetar del enemigo.

Casi en seguida seguida (24 de noviembre) se hizo Moráles a la vela con rumbo para la provincia de Coro, ocupada entónces por los republicanos. Una

tentativa que hizo contra Sábana-redonda le salió mal, i tuvo que reembarcarse i volver a Maracaibo casi con toda su jente. El jeneral Lino Clemente que habia organizado un cuerpo de ocho cientos hombres, trató de reparar el descalabro de Sardá; i todavia Morálés, tan afortunado como en los combates anteriores, logró un nuevo triunfo derrotando a los republicanos en Sábana-larga el 28 del mis

mo mes.

Sabedor el jeneral Urdaneta de estos desastres que iban dando alas al enemigo, se movió de Cúcu ta con ocho cientos hombres, deseoso de ausiliar al jeneral Clemente. El capitan jeneral español, que habia entrado ya en Trujillo, con mil setecientos combatientes, supo el movimiento del jeneral Urdaneta i salió en su busca, sin dejar por esto des guarecido a Coro que lo puso al amparo de un cuerpo de setecientos hombres, al mando de aquel mismo don Sebastian de la Calzada que tan mala figura hizo en el ejército del sur. Por fortuna, el jeneral Urdaneta supo tambien a tiempo la derrota de Clemente, i se contuvo en Grita.

El incansable e intrépido jeneral Moráles aun pensó acometerle en esta ciudad, i con tal ánimo movió todas sus fuerzas en los primeros dias de enero de 1823. Las de Urdaneta no eran suficientes para resistirlas, cuanto mas vencerlas, i con este convencimiento replegaron hacia los valles de Cúcuta. Tampoco Morales quiso aventurar sus operaciones persiguiendo al enemigo, i en consecuencia replegó tambien a Sancárlos de Zulia con la idea de volver a Maracaibo.

El brigadier Calzada, que hacia de segundo jefe del ejército español, fué obligado a retirarse a Betijoque que habia ocupado, i perdió en el camino

para Maracaibo cuatro cientos soldados venezolanos que abandonaron sus banderas. Ademas, cayó tambien en poder de los republicanos un destacamento que habia dejado en Trujillo.

VIII.

Por este mismo tiempo ocurrió la insurreccion de los indios i zambos de la provincia de Santamarta que, aunque retirados a las selvas, a causa de sus últimas derrotas, no por esto dejaban de ser fieles a la bandera real. El jeneral Montilla estaba situado entre Santamarta i Maracaibo, impidiendo así la comunicacion de los realistas de esta ciudad con los pueblos occidentales de Venezuela; mas ni esta medida fué bastante para conservar la tranquilidad. El capitan Francisco Labarces que, en son de perseguir a los desertores, obtuvo el mando de una partida de milicias, insurreccionó traidoramente a dichos indios, i luego avanzó hasta Sanjuan de la Ciénaga i se apoderó fácilmente de Santamarta. Rieux, gobernador interino de esta plaza, mandó fortificar el Dulcino i pidió socorros a Montilla.

Los indios de la Ciénaga i Puebloviejo, capita neados por Jacinto Bustamante i el citado Labarces, en número de tres a cuatro mil hombres, se acercaron a Dulcino i lo tomaron con facilidad. Habia en Santamarta algunos artilleros i ciento sesenta milicianos de Mariquita i Cartajena, una partida de caballeria a órdenes del coronel Carmona, i las milicias de la ciudad; i sin embargo, el gobernador Rieux no pudo sostener la plaza. De combate en combate, los invasores se hicieron dueños de ella, del cuartel i del parque de artilleria. Aunque el coronel Carmona se hizo respetar en el fuerte de

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